(AFP).- Existe un lugar en el fin del mundo, en el extremo más austral de Chile, donde prístinos bosques esconden en sus profundidades diminutos sistemas que ya alertan de forma temprana del cambio climático global que sufre el planeta.
Más allá del lugar donde acaba el continente americano, en la isla Navarino, cruzando el canal de Beagle, Puerto Williams se erige como la ciudad más austral del mundo, un lugar alejado de la contaminación y del maltrato del ser humano, con condiciones únicas para el estudio del cambio climático.
El lugar \"no tiene réplica\", dice a la AFP Ricardo Rozzi, de 61 años, biólogo y director del Centro Internacional Cabo de Hornos en Puerto Williams, un \"punto especialmente sensible para el cambio climático\" con temperaturas medias que no superan los 5 grados celsius.
Entre el frío y el viento, el Cabo de Hornos, a 10 grados de latitud más al sur que Nueva Zelanda o Tasmania, es el último lugar habitado antes de llegar a la Antártida.
Allí, el parque etnobotánico Omora es hogar de una inmensa variedad de líquenes, musgos y hongos. En su río Róbalo, cuyas aguas son de las más limpias del mundo, diminutos organismos actúan como \"centinelas\" de los cambios producidos por el calentamiento global.
Y en ambos lugares ya sonaron las alarmas.